La primera cobertura de Arturo Lezcano, reportero
“Mi primer reportaje me enseñó a no tener prejuicios, a hablar con respeto y a escuchar”
Con su trabajo rescata el verbo reportear, una práctica fundamental en la vida del periodista que “consiste en leer entre líneas el calado social de todos los aspectos de la vida”. Nacido en Ferrol en 1978, Arturo Lezcano trabajó durante doce años como corresponsal en América Latina, concretamente en Buenos Aires y en Río de Janeiro. Entre los muchos reportajes que ha publicado a lo largo de su carrera, Lezcano destaca el trabajo de campo que hizo para desmenuzar el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar, en el reportaje Narcotráfico en la línea, publicado por la revista Vanity Fair en tres volúmenes.
En abril de 2021, Arturo Lezcano junto al también periodista Nacho Carretero publicó en El País el reportaje Marbella, sede global del crimen organizado, en el que se sumergían en el ecosistema de la delincuencia organizada que se había afincado en la ciudad. Ambos periodistas colaboraron con su trabajo en la creación de la serie Marbella, de Movistar Plus+, dirigida por Dani de la Torre y Alberto Marini.
Lezcano también es el autor del libro Madrid 1983 y creador de los pódcast In situ, La fortuna, Olafo o En el corredor de la muerte. Comenzó a reportear, término muy poco usado en el periodismo español y que él quiere destacar, como becario para El Mundo.
Así recuerda cómo fue su primer reportaje:
“Lo recuerdo con mucha excitación. Era un periodista muy joven, tenía tan solo 21 años. Yo propuse en enero de 1997 hacer un reportaje sobre cómo unas lluvias caídas hacía cinco años habían destruido una gran parte de un poblado gitano y acabado con la vida de uno de sus vecinos. La cobertura duró solo tres horas, pero la viví con mucha emoción. Me sentí muy realizado a nivel profesional porque pude añadir descripciones narrativas e incluso metáforas.
Me tuve que sumergir en la vida de aquel poblado que, pese a estar situado a cinco minutos de mi ciudad, A Coruña, se encontraba apartada por todas las instituciones municipales y regionales. Era un lugar idílico pero con problemas, cercano pero desconocido. Tuve que recoger muchos testimonios y captar el ambiente del lugar para hacer un trabajo correcto. En el reportaje debía describir cómo vivían y qué pensaban. En todo este proceso estuve acompañado por un líder vecinal que tenía todo el sabor de los patriarcas dominantes, con un poso de amargura por el desastre y el olvido de las instituciones y de la sociedad.
Con este reportaje me introduje en la vertiente social del periodismo. Me enseñó que para esta profesión es esencial no tener prejuicios, hablar con respeto y, sobre todo, escuchar y preguntar.”