Contraplano

Pase de académicos y clase de periodismo documental

El ambiente de la sala La Morada era tranquilo, casi íntimo. Este bajo en Malasaña acogió la proyección del primer y único documental protagonizado por Marc Marginedas, reportero al que, irónicamente, nunca le ha interesado ser el protagonista.

Ha llovido desde la primera reunión que hubo entre director y periodista. El proyecto fue gestado por Albert Solé y Raúl Cuevas como el primer documental que cuenta el secuestro más mediático de su tiempo, donde periodistas y voluntarios de varias nacionalidades fueron capturados por el grupo terrorista Estado Islámico, que por esa época se estaba dando a conocer más allá de Al-Qaeda. En esa reunión ya se supo en lo que el proyecto iba a convertirse, pero aún había mucho trabajo que hacer. “El director me dijo que había frases que estaban muy bien y que se podrían incluir tal cual, pero que teníamos que trabajar en la dicción”, comenta Marc.

La sala es pequeña y hay poco público. El crítico entra el último y se sienta en primera fila: “Mejor aquí, me gusta verlos de cerca”. Se lo dice solo a Marc, que se sienta a su lado, pero las dimensiones del lugar hacen que te enteres como si te estuviera hablando directamente. El documental, de casi hora y media se hace intenso. Los testimonios son crudos, sin adulterar, y la representación de los hechos, a pesar de estar realizadas con animación, da notas oscuras sobre las emociones que se vivieron durante esos meses de cautiverio. Como buen producto periodístico, la trama es explicada por completo en el título. Regreso a Raqqa sigue los pasos de Marginedas, en una reconstrucción de lo que sucedió entre septiembre de 2013 y marzo de 2014, con entrevistas a otros secuestrados y conversaciones en la propia Siria, creando un contexto en el que se explica la situación que les tocó vivir.

La última escena acaba, saltan los créditos. Marc se levanta de su butaca a encender las luces y pregunta al crítico: “¿Qué te ha parecido?”. El otro responde: “Brutal”. Toda la sala está en shock y es el propio reportero el que tiene que romper el silencio. “Bueno, ¿hay aplauso o no hay aplauso?”, pregunta. La gente se ríe. El aplauso llega.

Comienzan las preguntas. El crítico intenta desmarcarse de su comentario inicial, dando un par de apuntes más en profundidad. Hay intercambio de opiniones y algo de discusión sobre formas, pero toda la sala está más pendiente de la historia que cuenta que de cómo se hace. Marc es hablador. Avisa de ello el propio documental, pero no te lo llegas a creer del todo hasta que lo tienes delante. De cada pregunta, el veterano corresponsal saca un análisis propio de todo lo relacionado con el documental: contexto político, influencias, de dónde viene, para dónde va… A cada nueva explicación, pide discreción: “Esto es off de record, que nada salga de aquí”. El público está sobrecogido. Un aplauso final. Marc da las gracias.

El documental se presenta a nueve candidaturas para la 38ª Edición de los Premios Goya. Habrá que esperar al próximo 10 de febrero para saber más. Sin embargo, esta obra aspira también a servir de viaje catártico al recuerdo de estos momentos tan duros que sufrieron decenas de familias de todo el mundo. Y nada más que eso. “Todos hemos intentado exorcizar el secuestro de una forma diferente”, explica el periodista. Pero esta es otra historia, una más propia de la sección de internacional que del cine de ficción. Funciona por eso. Es lo que la hace auténtica. Al preguntar al reportero qué significa esta película para él, lo deja muy claro: “No intenta ser una terapia. Yo no creo en las terapias en público”.

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