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Veinte años del 11M: Voces que no olvidan

Capítulo 1: El corazón del andén

En nombre de aquellas personas que lucharon por que ninguno dejara de latir

Han pasado veinte años. 7.305 días desde que la sociedad española vivió el mayor atentado terrorista de la historia de Europa. Era el 11 de marzo de 2004. En Madrid, alrededor de las 7:30 de la mañana, explotaron diez bombas en cuatro trenes en las estaciones de cercanías de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo y en la calle Téllez. No se ha olvidado. Lo que ocurrió aquel día no se ha dejado atrás. Este especial no trata sobre el 11M, sino sobre los protagonistas del 11M. A través de las voces de quienes vivieron de cerca la tragedia, intentamos reconstruir lo que pasó desde diferentes puntos de vista. Veinte años del 11M: Voces que no olvidan pretende que se escuche a quienes presenciaron el horror que vivió una ciudad que se volcó con las víctimas y reaccionó inmediatamente. Cada palabra, cada testimonio, cada realidad, cada gesto… Son relatos que no se olvidarán nunca. Los relatos de las voces del 11M.

El especial se estructura en tres capítulos. El primero, El corazón del andén, da voz a los profesionales que vivieron aquel día en un segundo plano, pero cuyo trabajo resultó fundamental. En el segundo, Las voces del andén, hablan las víctimas, los supervivientes. Son los relatos de quienes estaban presentes en los escenarios de la tragedia y sufrieron las peores consecuencias. El tercero y último, La memoria del andén, reflexiona sobre el nivel de conciencia que tienen los jóvenes universitarios, la mayoría de los cuales no habían nacido aquel 11 de marzo, sobre lo que sucedió. Veinte años del 11M: Voces que no olvidan tiene el objetivo de mostrar la realidad. Una realidad que dejó huella.

Javier Quiroga, responsable de la Central de Comunicaciones del SAMUR: “La sociedad española dio una lección de solidaridad absolutamente increíble”

Javier Quiroga, responsable de la Central de Comunicaciones del SAMUR el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Base 0 del SAMUR. Foto: Pedro Pascual

Javier Quiroga es enfermero. Ha sido directivo del SAMUR (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate) desde su fundación. Jubilado el pasado mes de julio, cuenta con una experiencia de 33 años en el servicio. De hecho, fue uno de sus fundadores ya que participó en la actualización de lo que antes era el tradicional Parque de Ambulancias del Ayuntamiento. Actualmente, dirige un programa de formación llamado “Primer respondiente”, dirigido a los uniformados, los primeros cuerpos del servicio que llegan al lugar de un accidente.

El 11 de marzo de 2004, Quiroga era responsable de la Central de Comunicaciones del SAMUR. Normalmente, iba a trabajar en moto. En aquel momento, la central del servicio estaba ubicada en la plaza de Legazpi, un lugar próximo a los escenarios donde tuvieron lugar las explosiones. “El hecho de estar tan bien localizados tuvo mucho que ver con el éxito del servicio de emergencias en su organización”, afirma. De camino a la central, le sonó tres o cuatro veces el teléfono, lo que provocó que comenzara a preocuparse. Paró la moto y llamó por teléfono a la central. A continuación, escuchó algo que iba a cambiar por completo su día: “Hay un atentado en Atocha, hay un atentado terrorista en Atocha y parece muy grave”.

“Nos dimos cuenta de que nos encontrábamos ante la mayor catástrofe que ha habido en Madrid desde la Guerra Civil”

Cuando llegó a la oficina, se encontró al personal muy lívido y sereno. “¡Son tres atentados!”, le gritaron en cuanto se dirigió hacia su mesa. Alrededor de las 8 de la mañana solo se conocían los focos de Atocha, que fue el primero, de El Pozo y de Santa Eugenia. Aún no se sabía nada de la calle Téllez. El SAMUR, coordinado por Quiroga, repartió los recursos necesarios entre las estaciones que se sabía que estaban afectadas. El primer directivo del servicio del que recibieron información fue Antonio Cabezas, desde El Pozo: “Aquí hay 50 muertos”. “En ese momento nos dimos cuenta de que como el resto de focos estuvieran a ese nivel, nos encontrábamos ante la mayor catástrofe que ha habido en Madrid desde la Guerra Civil”, asegura con firmeza. El equipo de comunicación llamó a todos los hospitales informándoles de que iba a llegar una gran cantidad de pacientes. “Contactamos con todos los servicios de emergencia para que dejaran de hacer lo que estaban haciendo y mandaran un tercio de sus operativos a los principales focos”, recuerda.

El mayor desafío para Quiroga fue, sin duda, entender que se trataba de cuatro escenarios diferentes separados físicamente entre sí que había que manejar como si fueran uno. El hecho de tener controlado quién estaba en cada lugar, dónde sobraban recursos y, sobre todo, el reparto de los enfermos por los hospitales fueron grandes retos para la Central de Comunicaciones.

“El mayor desafío fue entender que se trataba de cuatro escenarios diferentes separados físicamente entre sí que había que manejar como si fueran uno”

Según cuenta, en el 11M se hizo algo que jamás se había pensado antes. Aparte de la pura atención sanitaria a prácticamente 2000 heridos, se organizó un escenario que marcó la vida de miles de personas: IFEMA. “En ese gran tanatorio se hicieron 200 autopsias y se tuvo que atender a las familias de decenas de heridos y de los fallecidos”, lamenta. IFEMA se inventó en el momento, nunca se había hecho nada parecido. “Ahora, todo el mundo entiende que cuando ocurre algo de este calibre, hay que atender a las familias, realizar las autopsias y entregar los cadáveres lo antes posible”, insiste. 

Aquel día en que, según Quiroga, la sociedad española dio una lección de solidaridad increíble, los servicios de emergencias no tuvieron tiempo para nada más. “Fuera de nuestro trabajo, no reparamos en nada, ni siquiera en nuestras familias”, concluye.

Isabel López, médico jefe de guardia de SAMUR Protección Civil: “Recuerdo el silencio de la estación de Atocha”

Isabel López, médico jefe de guardia de SAMUR Protección Civil el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Base 0 del SAMUR. Foto: Isaac Cabanelas

Isabel López trabajó en la Unidad de Urgencias del SAMUR, como todos los días, ese 11 de marzo de 2004. “Era mi guardia normal, mi turno normal. Nos íbamos a nuestra base operativa en Legazpi cuando escuchamos que por la emisora se pedía a una unidad que se dirigiera a Atocha, a una explosión sin especificar”.

Como ella, muchos de sus compañeros se levantaron pensando que ese sería un día cualquiera. Pero no fue así. Apenas amanecía en la ciudad de Madrid cuando el humo inundó la Estación de Atocha. Allí se desplazó Isabel. “Una explosión sin especificar podría ser cualquier cosa, pero había algo que no era normal. Se percibía por las columnas de humo que se veían llegando a Atocha y por la gente que huía despavorida de la estación. Ya salían heridos, la gente no quería estar ahí, quería salir”.

“Ese día la gente llamó muy poco al 112”

La ayuda no solo llegó por parte de los sanitarios y cuerpos de seguridad. Los ciudadanos de la capital no dudaron ni en un segundo en prestarse a colaborar en todo lo que estuviera en sus manos. “Bajaban agua y mantas a la gente, los taxistas trasladaban a los  heridos… La ciudad estuvo absolutamente a la altura. Incluso nos ayudaron. Ese día nosotros no pudimos hacer nada más que atender a víctimas del 11M”. Como bien indica Isabel, en la ciudad de Madrid, como en cualquier otra, la gente sufre infartos, tiene accidentes de tráfico o se cae por las escaleras pero “ese día la gente llamó muy poco al 112”.

Está demostrado que la mente humana en momentos así recuerda situaciones, palabras, hechos insignificantes, algo que en cualquier otro día o momento no hubiera prestado atención, pero Isabel, del 11M, solo recuerda “el silencio de la estación de Atocha”. 

“Quizá es culpa de la sociedad querer silenciar algunas cosas que no nos gustan, nos dan pena o nos generan miedo”

Veinte años después de aquel día, tiene claro que “todo el mundo debe de conocer la barbarie, en Madrid y en todo el mundo porque la maldad existe. Quizá es culpa de la sociedad querer silenciar algunas cosas que no nos gustan, que nos dan pena o que nos generan miedo. Al final, el terror no deja de arrastrar a la sociedad al miedo”.

Fernando Turégano, jefe de cirugía de Urgencias del Hospital General Universitario Gregorio Marañón: “Si los atentados se hubieran producido una hora más tarde, con los quirófanos funcionando con las cirugías programadas, la situación hubiese sido mucho peor”

Fernando Turégano, jefe de cirugía de Urgencias del Hospital General Universitario Gregorio Marañón el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Facultad de Ciencias de la Información. Foto: Pedro Pascual

Fernando Turégano es jefe de la sección de cirugía de Urgencias del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Nació en Marruecos y su dedicación profesional hospitalaria se ha centrado mayoritariamente en el área de las urgencias quirúrgicas y en la atención a los pacientes politraumatizados, así como en la docencia en la Universidad Complutense de Madrid. Cuenta con una extensa trayectoria de 46 años en el ámbito de la medicina.

El 11 de marzo de 2004 el doctor Turégano ocupaba el mismo puesto que en la actualidad, por lo que su equipo era uno de los encargados de atender las urgencias en el Gregorio Marañón. Al llegar al hospital a las ocho de la mañana, un compañero le dijo que fuera rápidamente a Urgencias, que había ocurrido algo muy grave. Durante el trayecto, ya le había llamado la atención la cantidad de ambulancias que se escuchaban. “Una actividad inusual”, apunta. Al principio, no sabían qué era lo que estaba ocurriendo, la información era muy escasa. Pero pronto comenzaron a llegar los primeros pacientes. “Muchos de los afectados se desplazaron ellos mismos por diversos medios al hospital, aunque no estaban muy graves”, afirma. Pasado el tiempo, el estado de gravedad de las personas que llegaban al Gregorio Marañón iba aumentando. Turégano vivió esos instantes con “inquietud, incertidumbre y con una gran sensación de caos”.

“Aquel día recibimos 200 pacientes en un par de horas”

“Nos enfrentábamos a lesiones por explosión que no veíamos todos los días”, cuenta. El equipo de urgencias del Gregorio Marañón tuvo que organizar en las entradas del hospital el flujo de pacientes que iban recibiendo. “Aquel día recibimos 200 pacientes en un par de horas”. Según recuerda Turégano, la inmensa mayoría no estaban graves, pero hubo 29 que llegaron a la vez del segundo foco de Atocha que llegaron muy críticos, con un compromiso vital inmediato. “Nunca nos habíamos enfrentado a un incidente con múltiples víctimas”, asegura.

El doctor Turégano destaca que la contribución de todo el personal del hospital fue totalmente altruista y desinteresada. Aquel día hubo algo clave que permitió manejar la situación lo mejor posible: “Los atentados ocurrieron a una hora en la que los equipos de guardia salientes aún estaban en el hospital y los que entraban estaban llegando. Eso permitió que hubiera muchos recursos humanos disponibles para atender al número importante de víctimas que recibimos”. El Gregorio Marañón puso más de veinte quirófanos a disposición de los médicos que iban a operar a víctimas del atentado terrorista. Eso tranquilizó al equipo de urgencias, que pudo contar con medios suficientes para hacer su trabajo. “Si los atentados se hubieran producido una hora más tarde, con los quirófanos funcionando con las cirugías programadas, la situación hubiese sido mucho peor”, afirma sin ninguna duda. 

El 11 de marzo se tuvieron que tratar heridas y lesiones que los médicos españoles no estaban acostumbrados a ver en su día a día: la blast injury: “Blast quiere decir explosión. Una cosa característica de las lesiones por bomba, fuera del ambiente militar, es que los pacientes no tienen signos externos, pero pueden tener un blast pulmonar o lesiones intestinales”, explica. Las lesiones por explosión afectan principalmente a cavidades y órganos del cuerpo que tienen gas como, por ejemplo, el pulmón. “También es muy típica la perforación del tímpano lateral”, añade.

“Las lesiones por explosión afectan principalmente a cavidades y órganos del cuerpo que tienen gas”

En las urgencias, cuando llegaban los pacientes, mientras se llevaba a cabo el triaje, al doctor le llamó la atención cómo interactuaban los pacientes a los que las explosiones habían dejado sordos con los enfermeros y los médicos: “Tenían perforaciones bilaterales de tímpano y, como no oían absolutamente nada, las enfermas les escribían en papeles las preguntas que les querían hacer”. Los especialistas que más trabajo tuvieron aquel día, según Turégano, fueron los cirujanos ortopédicos, los traumatólogos, los plásticos y los maxilofaciales.

“Durante los años posteriores nos reclamaron para asistir a numerosas reuniones a nivel internacional y a congresos. En muchos países europeos y, sobre todo, en Estados Unidos, existía mucho miedo a que ocurriera algo parecido a lo que pasó en Madrid”, cuenta Turégano. Sus visitas por el mundo informando sobre cómo respondió el sistema sanitario español al atentado terrorista le llevó a lugares como Boston, San Diego o Washington. “Había mucha ignorancia y ganas de saber, el mundo quería estar preparado”.

María de las Mercedes Sanz, interina adjunta del servicio de cirugía general del aparato digestivo del Hospital Gregorio Marañón: “Ver el sol al salir del hospital me demostró que la vida seguía”

María de las Mercedes Sanz, interina adjunta del servicio de cirugía general del aparato digestivo del Hospital Gregorio Marañón el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Facultad de Ciencias de la Información. Foto: Isaac Cabanelas

María de las Mercedes Sanz, hoy jubilada, fue jefa de sección del servicio de cirugía general del aparato digestivo del Hospital Gregorio Marañón y docente de la Universidad Complutense de Madrid. Como investigadora, dedicó parte de su producción a la blast injury, un tipo de lesión provocada por las ondas expansivas de las bombas. El 11 de marzo de 2004 trabajaba como interina en el mismo servicio de cirugía. 

Esa mañana, Sanz estaba de guardia. Le cambiaron el turno el día anterior porque hubo un partido de fútbol. Había trabajado por la noche y, a las ocho de la mañana, esperaba para dar el relevo a sus compañeros del siguiente turno. Cuando llamaron diciendo que había habido una explosión, bajó enseguida a la zona de Urgencias y ese fue el único desplazamiento que la cirujana hizo el 11 de marzo de 2004. “A los dos minutos de bajar vi que el hospital se llenaba de pacientes por lo que no pude ni llamar a mi familia por teléfono, no se podía hacer otra cosa que no fuese ayudar a todo el mundo”. El equipo comenzó a trabajar sin saber qué había pasado y cuáles eran las dimensiones, pero la magnitud de las lesiones y la avalancha de pacientes les hizo comprender que se trataba de algo muy grave. Todo el hospital se movilizó para atender de manera simultánea a la mayor cantidad de pacientes posible: “El cuarto de shock del Gregorio Marañón tiene cabida para tres o cuatro pacientes, hubo que atender en lugares que no estaban destinados para pacientes tan graves como los que recibimos ese día”, explica, asegurando que la organización fue la clave del éxito de la atención hospitalaria en un momento de saturación como aquel.

“Fue una situación que no conocíamos, el desafío estaba en todas partes”

La identificación y, especialmente, la clasificación de los pacientes supuso uno de los mayores retos a nivel profesional: “Nos enfrentamos a una situación que no conocíamos, el desafío estaba en todas partes”, recuerda. Fue una mañana dura en todos los sentidos, pero todo el personal del hospital dio lo mejor de sí mismo para sobrellevar la situación de la mejor manera posible. Eso fue muy importante. Sanz no olvida el 11M: “Cuando salí por la tarde, había sol. Ver el sol al salir del hospital me demostró que la vida seguía. No encuentro la palabra que describe cómo se continúa después del horror, pero sales a la calle, ves el sol, y sigues”.

“No pude ni llamar a mi familia por teléfono”

Llegó a casa de forma automática. Lo primero que hizo fue coger las llaves del coche e ir hasta Casa de Campo. Cuenta que fue a ver un partido que enfrentaba a la selección española contra la pakistaní: “Me impresionó enormemente el silencio que hubo en el partido”, recuerda. Según ella, el mensaje que el 11M le mandó a la sociedad española fue muy claro: “La gente es capaz de sacar lo mejor de sí misma”.

Damián García Olmo, cirujano del Hospital de La Paz: “Las historias clínicas estaban escritas con rotuladores en la piel”

Damián García Olmo, cirujano del Hospital de La Paz el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Fundación Jiménez Díaz. Foto: Pedro Pascual

El doctor García es uno de los pioneros en el uso clínico de células madre para tratar procesos quirúrgicos. Murciano de nacimiento, actualmente es jefe de cirugía y director de la Unidad de Terapia Celular del Instituto de Investigación Sanitaria en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid. También ejerce la docencia ya que es catedrático de Cirugía de la Universidad Autónoma de Madrid.

El 11 de marzo de 2004 estaba de guardia en el Hospital Universitario La Paz. García se despertó a las 6:30 de la mañana. Estaba desayunando y comenzó a escuchar la radio. Algo no iba bien. “Tuve la intuición de que lo que estaba pasando era algo muy importante y salí corriendo, cogí el metro y me planté en el hospital”. Ese día, además, no estaba solo. Dos estudiantes de medicina le acompañaron en su guardia ya que, aparte de cirujano, García era profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. En cuanto se dieron cuenta de las dimensiones del problema, se prepararon para recibir a los pacientes. “Todos habíamos leído lo que había pasado el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. En aquel escenario, hubo muchos muertos y muy pocos heridos. Nosotros teníamos la impresión de que en este caso iba a ser distinto, los heridos iban a superar enormemente a los muertos. El sistema sanitario lo tenía muy complicado para manejar la situación”, asegura.

“Tuve la intuición de que lo que estaba pasando era algo muy importante y salí corriendo, cogí el metro y me planté en el hospital”

Una de las cosas que más le llamó la atención al doctor García fue que el hospital contaba con un Plan de Catástrofes. “Cuando bajé a la puerta de urgencias, vi que ya estaba todo organizado. Yo venía de una ciudad pequeña y no sabía de la existencia de ese tipo de planificación previa”. Los médicos del Hospital de La Paz no paraban de recibir noticias de lo que estaba pasando en el Gregorio Marañón y en el 12 de Octubre. Un compañero del primer hospital le llamó y le informó de lo previsible: “No damos abasto, os vamos a empezar a mandar enfermos”.

Hacia las nueve de la mañana, el cirujano se percató de un detalle importante. “El paseo de la Castellana estaba vacío. Me asomaba desde La Paz y veía una calle que siempre destaca por estar repleta de gente sin un alma. Ese silencio lo rompieron todas las ambulancias que subían la calle”. El sonido de las sirenas de las ambulancias indicaba que los enfermos estaban llegando. García y el resto de los médicos comenzaron a recibirlos. “Recuerdo muy bien que todos vinieron estabilizados y controlados. Mis compañeros de profesión habían hecho un trabajo magnífico”, afirma rotundamente. “Las historias clínicas estaban escritas con rotuladores en la piel de los pacientes. Una información increíble. Enseguida identificamos que había cinco de mi área, por lo que ya nos pudimos concentrar en ellos”.

Damián García Olmo, cirujano del Hospital de La Paz el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Fundación Jiménez Díaz. Foto: Pedro Pascual

El antequirófano estaba muy cerca del quirófano y había un televisor encendido que estaba constantemente dando noticias. García mandó apagarla. Todos los médicos estaban en “un estado de irritación terrible” preguntándose constantemente una cosa: ¿quién había hecho eso? “Los que tenemos experiencia en politrauma estamos acostumbrados a ver un accidente laboral o de coche, pero ver a gente joven con aquellas lesiones fue realmente impresionante”. El blast injury, un tipo de lesión provocada por una onda expansiva, no se explicaba en las facultades de Medicina y el 11M hizo que comenzara a formar parte de las guías docentes de muchas universidades españolas. “Puede suceder que existan muy pocas lesiones por fuera, pero que por dentro haya un gran destrozo incompatible con la vida”.

Damián recuerda perfectamente una operación que tuvo que llevar a cabo. Se trataba de una mujer embarazada a término. Cuando sacaron al niño, estaba completamente formado, pero había muerto. “Ver eso provocó que nos costara volver a concentrarnos y seguir trabajando. Ver que las lesiones que tenía la joven eran irreparables… El mayor reto que tuvimos fue psicológico. Teníamos que hacer nuestro trabajo intentando ser lo más profesionales posible”.

Aparte de las experiencias traumáticas, también formaron parte de ese día experiencias extraordinarias. El equipo del doctor García operó a cinco enfermos en muy poco tiempo. Al terminar una operación y pasar al siguiente quirófano, el cirujano vio a una paciente que los médicos estaban intentando dormir. “La pobre estaba llorando, tenía el bazo roto. Todo iba a salir bien, pero ella estaba desesperada. Su hija de cinco años, a la que llevaba de la mano en la estación, no estaba. No paraba de decir su nombre. Si estaba en el hospital no lo íbamos a saber. Los pacientes se identificaban como “desconocido 36 o desconocido 25”. Le pedimos que nos contara cosas sobre ella. Finalmente la durmieron y empezamos a operar”, recuerda justo al salir de la operación, García vio en el televisor de la sala contigua al quirófano las imágenes de una mujer con una niña. Era ella. En ese momento, llamó a la policía y la trajeron. Los médicos esperaron a que la madre se despertara y, en cuanto lo hizo, se lo dijeron: “Está viva”.

“El mayor reto que tuvimos fue psicológico. Teníamos que hacer nuestro trabajo intentando ser lo más profesionales posible”

Lo que más impresionaba, según García, era ver que todos los taxis trabajaban sin cobrar, ver cómo la gente buscaba a sus familiares desaparecidos y, sobre todo, ver que todas las carteras, ropa y bolsos habían volado o desaparecido. “No diría que el 11M marcó mi carrera, pero sí que dejó una huella profunda que no puedes olvidar. Las lesiones que vimos eran intolerables y la gente era tan joven, que verdaderamente fue impresionante”, finaliza García.

Maite Cunchillos, jefa de prensa del Gabinete de Comunicación de la Audiencia Nacional: “Fue una invasión de 300 periodistas de todas partes del mundo que querían saber por qué”

Maite Cunchillos, jefa de prensa del Gabinete de Comunicación de la Audiencia Nacional, durante la entrevista. Foto: Pedro Pascual

Maite Cunchillos, periodista de tribunales, es la jefa de prensa del Gabinete de Comunicación de la Audiencia Nacional y la principal coordinadora de comunicación del Tribunal Supremo. En sus 30 años de carrera profesional en el ámbito de la justicia se ha enfrentado a la organización de prensa en numerosos juicios como el del caso Gürtel, los relacionados con el terrorismo de ETA o el del Procés.

El 11 de marzo de 2004 se estrenaba como jefa de prensa del Gabinete de Comunicación de la Audiencia Nacional. El Consejo General del Poder Judicial había decidido, hacía poco tiempo, que la Audiencia Nacional necesitaba una figura como ella para la gestión y la intermediación con los medios de comunicación que diariamente trabajaban allí. El día del atentado, la Oficina de Comunicación llevaba solo diez días funcionando: “Yo pretendía tener un aterrizaje tranquilo, pero esa mañana se truncó cualquier plan de comunicación que pudiera haber pensado para el gabinete”.

“El Gabinete de Comunicación de la Audiencia Nacional llevaba solo diez días funcionando”

Veinte años después, Cunchillos aún recuerda ese día. A las ocho de la mañana salió de casa para ir a trabajar. Escuchaba la radio. Observaba su alrededor al parar en los semáforos. Madrid estaba en silencio. Al llegar, la situación en la que se encontraba la Audiencia Nacional era caótica. Según cuenta, el trabajo rutinario de la Audiencia Nacional se caracteriza por no tener agenda, aunque sí algunas previsiones de lo que está por ocurrir, pero el 11 de marzo sobrepasó cualquier expectativa. “El juez que estaba de guardia asumió la investigación y lo primero que hizo fue ir al lugar de los hechos. Los funcionarios del juzgado también fueron con él, acompañados de la plantilla de médicos forenses de la Audiencia Nacional. Todos se dejaron la piel por trabajar de sol a sol, se hacía de noche en los despachos y en el juzgado”, recuerda. Ella acababa de llegar y todavía no tenía despacho ni teléfono. “Me encontré con lo que fue una invasión de 300 periodistas de todas partes del mundo que querían saber por qué”, dice Cunchillos.

“Todos se dejaron la piel por trabajar de sol a sol, se hacía de noche en los despachos y en el juzgado”

Cuando hace balance de lo que supuso profesionalmente para ella el 11 de marzo de 2004, asegura que resultó ser una lección crucial: “A veinte años vista, creo que, dentro de lo trágico, fue el mejor estreno que pudimos tener. Una situación de crisis te enseña muchísimo”.  En los momentos posteriores a los atentados, como responsable de prensa, no podía hacer mucho: “Era frustrante no poder responder a todas las preguntas que se hacían los periodistas porque se había acordado el secreto de sumario para llevar a buen puerto la investigación”. Con el secreto de sumario, la información que podían ofrecer era muy limitada, pero sí pudieron confirmar la nacionalidad, aunque no las identidades, de los primeros detenidos: “Conforme fueron declarando ante el juzgado, se iba comunicando la situación en la que quedaban. Esa fue la información de mínimos que se pudo dar”, afirma.

“A veinte años vista, creo que, dentro de lo trágico, fue el mejor estreno que pudimos tener. Una situación de crisis te enseña muchísimo”

El día que marcó un antes y un después para la sociedad española ofreció, según Cunchillos, un doble mensaje de vulnerabilidad y solidaridad. Vulnerabilidad porque era la primera vez que se vivía un atentado yihadista en España. Solidaridad porque “se despertó entre la gente una cadena solidaria, todo el mundo se identificaba con los verdaderos afectados, con las víctimas y sus familias”, asegura. Dos décadas después, el paso del tiempo ha significado, de nuevo, algo dual: “Hoy no se vive con miedo. La sociedad española sabe pasar página y sabe ser feliz, pero, desgraciadamente, el terrorismo yihadista sigue existiendo, otros países de Europa lo han sufrido después de nosotros. Tenemos que saber a lo que nos podemos enfrentar en un futuro”. 

Julio Muley, coordinador del área de Tribunales de Informativos Telecinco: “Sobre las ocho de la tarde nos confirmaron lo que ya nos temíamos, que no había sido ETA”

Julio Muley, coordinador del área de Tribunales de Informativos Telecinco el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Audiencia Nacional. Foto: Pedro Pascual

Julio Muley es el coordinador del área de Tribunales en la sección de Nacional de Informativos Telecinco. Desde que comenzó a trabajar en televisión, allá por los años noventa, ha cubierto desde el caso Gürtel hasta el de Urdangarín, pasando por el propio juicio del 11M. Precisamente la cobertura de estos atentados que marcaron su carrera le valió ser galardonado con la Orden al Mérito Policial en 2014.

El 11 de marzo de 2004, Muley era, como en la actualidad, el coordinador del área de Tribunales de Informativos Telecinco. Por la mañana, cuando estaba saliendo de la ducha, vio a su mujer llorando frente al televisor. “No sabía lo que estaba pasando. Me quedé de piedra”, asegura. Se acercó a ella y pudo observar que algo había ocurrido en Atocha. Los presentadores de los informativos comunicaban constantemente las cifras de los fallecidos y no paraban de aumentar. “Al minuto me sonó el teléfono y salí corriendo para Telecinco”.

“Algunos mintieron deliberadamente”

Muley recuerda que los días posteriores al atentado se los pasó encerrado en la redacción. Su compañero que se encargaba de los temas de Interior y él se habían dividido el trabajo de investigación. Hicieron innumerables llamadas a todos los contactos que tenían: fiscalía, policía… Hasta que contactó con un fiscal que en el momento de recibir su llamada se encontraba en la estación de Atocha, al lado de los cadáveres y le transmitió claramente lo que le acababan de decir los Tédax (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos): “El material utilizado en las bombas es Titadine, los explosivos que utiliza ETA”. “Cuando alguien así te dice esto, confirmas que ha sido ETA. Y más cuando, a continuación, recibimos llamadas del gabinete de prensa del Ministerio de Interior asegurándonos al cien por cien lo que nos había comunicado el fiscal”.

Esa misma tarde, a las tres, Informativos Telecinco afirmó que la responsable del atentado había sido la organización terrorista​ vasca. Transcurridas las horas, Muley habló con un policía que le dijo que había algo que no cuadraba. “Sobre las ocho de la tarde nos confirmaron lo que ya nos temíamos: no había sido ETA”, recuerda. En ese mismo instante, la cadena decidió comunicar la información que le había llegado. Según Muley, aquello fue como ir en dirección contraria. Ese mismo sábado, le informaron de que se iban a producir una serie de detenciones. Tras insistir para que le facilitaran la identificación de los detenidos, se lo confesaron: “Me parece que son de nacionalidad india y marroquí”.

“El 11M le mandó un mensaje caótico a la clase política y a los medios de comunicación”

Los medios de comunicación, según el periodista, tienen que ser muy críticos con su trabajo y avergonzarse de sus errores. “En aquel momento, algunos mintieron deliberadamente. Los que querían que el PP siguiera gobernando inventaron teorías para evitar que el PSOE ganara las elecciones y los que querían que el PSOE gobernara, exageraron las noticias que se inclinaban hacia la tesis del islamismo”, explica.

Muley asegura que el 11M le mandó un mensaje caótico a la clase política y a los medios de comunicación. “Lo que ocurrió fue un ejemplo del nivel al que se puede llegar cuando mientes para favorecer tu postura. Sin embargo, también dejó un mensaje de solidaridad porque aquel día todo el mundo se volcó en ayudar. Por desgracia, esa solidaridad duró muy poco y acabó caducando. Como sucede tantas veces, parecía que íbamos a salir mejores del 11M, pero no fue así. Yo creo que nunca salimos mejores de nada”, se lamenta.

Miguel Ángel de la Cruz, periodista de Tribunales de Antena 3 Noticias: “Tuvimos que ir desmintiendo una a una todas las mentiras que iba contando el Gobierno”

Miguel Ángel de la Cruz, encargado de la sección de Tribunales de Antena 3 Noticias el 11 de marzo de 2004, durante la entrevista en la Audiencia Nacional. Foto: Pedro Pascual

Miguel Ángel de la Cruz es el presidente de la Asociación de Periodistas de Defensa. Ya jubilado, en los 35 años de su carrera como periodista vivió acontecimientos como el asesinato y secuestro de Miguel Ángel Blanco, el secuestro de Ortega Lara y la Operación Nécora. De su labor en el área de Tribunales, destaca lo necesario que es tener mucha habilidad para saber ganarse las fuentes.

El 11 de marzo de 2004 era el encargado de la sección de Tribunales de Antena 3 Noticias. De la Cruz recuerda cómo se levantó esa mañana: “Me desperté, puse la radio y empecé a escuchar cosas muy fuertes”. Se vistió y, directamente, sin decirle nada a nadie, se dirigió a Atocha. Por el camino llamó a su jefe y le comentó que la situación “olía muy mal” y que parecía muy grave. Según cuenta, en ese momento había muy poca información, los trenes habían estallado en las tres estaciones y la policía había acordonado la zona. “Se veían personas sin rumbo, gente herida, mucha policía. He vivido muchos atentados, pero aquello lo sobrepasaba todo”, afirma. 

Los días posteriores, periodísticamente hablando, también fueron complicados. “Tuvimos que ir desmintiendo una a una todas las mentiras que iba contando el Gobierno”, asegura De la Cruz. Antena 3 tenía una línea editorial y admitía el relato que no se paraba de escuchar: los atentados los había causado ETA. “¡Eso era mentira!”, exclama y hace hincapié en que todos los medios de comunicación recibieron llamadas del entorno del Gobierno para convencerlos de que la responsable era la organización terrorista vasca.

“Personas sin rumbo, heridos, mucha policía. He vivido muchos atentados, pero aquello lo sobrepasaba todo”

De la Cruz, el 11 de marzo, se dedicó a contar todo lo que estaba pasando. “Ese día hicimos un reporterismo similar al de guerra”, afirma contundentemente. Él estuvo en Atocha, en las inmediaciones de la calle Menéndez Pelayo. Allí, su equipo colocó una cámara en la terraza de un edificio al que les dejaron entrar para poder grabar uno de los trenes que estalló al entrar en Atocha. “Los vagones estaban reventados, se podía ver cómo sacaban los cadáveres y ponían uno al lado del otro en la acera”, recuerda, e insiste en que aquello era como un escenario de guerra: “Los periodistas estábamos informando como si estuviéramos en Vietnam”.

Según recuerda De la Cruz, hubo medios de comunicación que fueron sumisos al Gobierno y hubo otros que contaron la verdad. El mensaje de los terroristas al país fue claro, asegura: “Vosotros habéis apoyado la invasión de Irak y la reunión de las Azores, estas son las consecuencias”. De todas formas, aplaude la contestación de la sociedad española: “Si vosotros nos amenazáis con esto, nosotros respondemos con la investigación policial, con la ley y con la justicia, vamos a ir a por vosotros, os vamos a localizar, os vamos a encarcelar, os vamos a juzgar y vais a ir a la cárcel veinte años”, explica.

“Existe una leve desconexión de la juventud con la historia reciente de España”

De la Cruz considera que, hoy en día, todavía hay personas que no quieren conocer lo que sucedió el 11 de marzo porque quieren seguir pensando en que el culpable de aquello fue ETA. Por otro lado, explica que si hay jóvenes que no saben qué pasó es porque “existe una leve desconexión de la juventud con la historia reciente de España”, finaliza.

Ilustración: Juan Romo

2 comentarios en «Veinte años del 11M: Voces que no olvidan»

  • Me ha encantado la gran delicadeza y como han enfocado el artículo.
    Os animo a que sigan con esa visión y honestidad que le dan al

    Con esta actitud y aptitud, les deseo lo mejor

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