ContraplanoEs noticia

Un día cualquiera… intentando salir de Parla

Para coger un tren en hora punta -sin retrasos y en sus tiempos- en la estación de Renfe Cercanías de Parla hacia Madrid hay que tener más suerte que para que te toque el gordo de Navidad.

“Estimados viajeros y viajeras, Renfe les informa de que, debido a las averías, los trenes de la línea C4 de Parla a Chamartín circulan con una demora de entre cinco y diez minutos. Les rogamos disculpen las molestias”. Cuando alguien que reside en una ciudad dormitorio escucha “retraso de entre 5 y10 minutos”, no tiene miedo a nada. Porque sabe que, si quiere salir, por ejemplo, de Parla, tiene que hacerlo con un mínimo de 30 (o 45, dependiendo de lo importante que sea lo que tenga que hacer) minutos de antelación al tiempo estimado de trayecto.

-Parla-

Dos tramos de escaleras mecánicas te permiten ver con perspectiva el panorama de la mañana: una multitud de gente que se amontona en el andén central, a la espera de que en cualquiera de las dos vías férreas laterales aparezca el tren que te lleve a tu destino. Para algunos puede ser el trabajo, para otros el centro de estudios…y unos pocos -pero notables- simplemente se suben para pedir limosna, vender barritas de chocolate o piruletas. Llega el tren: comienza la avalancha

Estación de RENFE de Parla una mañana cualquiera Foto: Mika Cil

Al ser primera y última parada de línea, sentarse es un privilegio que las personas que se suban en las siguientes estaciones probablemente no vayan a tener. Asientos cogidos. Toca esperar. Piensas que solo será un retraso de entre 5 y 10 minutos (como ha dicho la voz de megafonía), pero lo que no han contado es que son 5 o 10 minutos de retraso por parada. Tal vez un poco más en alguna. Así que, si se quiere llegar, por ejemplo, a Atocha (donde se baja la mayoría, ya que hace correspondencia con todas las líneas de Renfe, la línea 1 de Metro y la estación de autobuses), podría tardar hasta 50 minutos más.

Después de un rato, y aún sin haber marchado el tren, aparece otro en el carril contrario. También sirve para salir de Parla. La lógica dicta que quien llega primero, sale primero…pero en la C4 son más de la ley de Murphy. Quienes no temen al éxito, se cambian de tren. También los que no tienen prisa y quieren sentarse. Una señora con gorro azul se lo piensa asomada a la puerta. Sigue pensando. Sigue pensando. Se baja. Corre. Coge el otro tren. “PI-PI-PI-PI-PI-PI”. Suena la alarma de cierre de puertas del transporte que acaba de dejar. Con ella fuera. Hoy no es su día de suerte. O quién sabe.

-Getafe Sector 3 y Getafe Centro-

A una velocidad perfectamente alcanzable por una bicicleta, los viajeros y las viajeras ponen rumbo a sus destinos sin saber que en el trayecto tendrán que superar varias adversidades. En el primer parón nadie se sorprende: “Es el pan de cada día”. En el segundo, ya hay quien murmura: “Joder, voy a llegar tarde”. Según los cálculos de los expertos en este trayecto (ya que se lo recorren todos los días a la misma hora), si se hubiera ido según la velocidad y tiempos establecidos, ya llevaría medio trayecto completado.

En cada parada se repite cada dos por tres la voz de megafonía que les recuerda sus desesperadas situaciones: “…circulan con una demora de entre 5 y 10 minutos. Les rogamos nos disculpen las molestias”. Mientras el tren espera, varias personas van llegando con prisas, corriendo, subiendo al tren entre jadeos con la idea de que, si no corren, lo van a perder. Qué ilusos. Tras ocho minutos de espera, el tren se mueve. A medio camino hacia la siguiente estación, se vuelve a parar. Esto ya es el colmo.

-Las Margaritas-

Comienzan las llamadas telefónicas. Una mujer de origen latino, unos cincuenta años, de pelo corto y bolso grande, llama mientras mira por la ventana:

“Buenos días, señora Mari. Sí, es que le llamaba porque el tren va con mucho retraso hoy. Se para a cada rato, como 10 minutos. Sí…sí…disculpe. No volverá a pasar. Sí, ya sé que no es la primera vez, pero… Vale… vale. El próximo día saldré una hora y media antes. Sí, lo siento mucho. Gracias”.

En otro asiento, un hombre de unos 30, con camisa azul y pantalón vaquero, discute con alguien: “Hola, buenas, ¿es la comisaría de Aranjuez? Llamaba para avisar porque tengo la cita para renovar el NIE a las 9 y no voy a llegar porque la renfe va muy mal…¿Perdón? No, no puedo coger otra cita. Llevo intentando para que me den una…Pero, ¡qué culpa tengo yo! No, señora, si he salido media hora antes de casa y todo”.

Dos vagones más adelante, una joven rubia llora sobre sus apuntes mientras habla por teléfono con su amiga. Tiene examen. Tampoco va a llegar: “Tía, dile a Montse que por favor por favor por favor me deje entrar al examen. Que es que el tren lleva mazo rato parado en Margaritas y hasta Nuevos Ministerios me queda bastante. Tía, joder, por favor, habla con ella”.

La maquinaria del tren comienza a hacer algún que otro ruido. Las viajeras y los viajeros miran hacia fuera, hacia las puertas, hacia la hora del móvil, a todas partes…con la esperanza de ver algo que no va a ocurrir. Siete minutos después de estar estacionados, el pitido suena, las puertas se cierran y el tren avanza, con pausa y sin prisas.

– Villaverde Alto –

Llegar a Villaverde Alto es encontrar un haz de luz en el túnel. Su correspondencia con la línea 3 de Metro y la línea C5 de Renfe hace que algunas personas se bajen y busquen otra vía para llegar a sus destinos. Otras se suben sin saber lo que les espera. Pero son muchas las que no tienen más remedio que esperar. El ambiente de desesperación aumenta a medida que se ven los otros trenes ir y venir como si nada ocurriese. Unos cinco minutos más tarde, aparece en la vía de enfrente otro que viene desde Parla.

Parada de Villaverde Alto, de la línea C4. Foto: Mika Cil

Se abren sus puertas. Se baja la gente. La mujer del gorro azul que se arriesgó a cambiar de transporte en el último momento está sentada en un vagón mucho más vacío que aquel en el que estaba. Tras unos segundos, suenan los pitidos. Se cierran las puertas. Se ve cómo aquella mujer de gorro azul adelanta por la derecha. Mientras, quienes prefirieron no jugar a la quiniela, esperan impotentes a que algo ocurra. De fondo, y repitiéndose cada dos minutos, la megafonía les recuerda constantemente su situación. Pero ya nadie se cree esos “…entre 5 y 10 minutos”. Ni tampoco se ve con la amabilidad de disculpar las molestias.

– Villaverde Bajo –

Otro día cualquiera se plantea la misma situación. Son las 8:23 de la mañana de un martes en la estación de Villaverde Bajo. El tren no se mueve. El ambiente comienza a caldearse a medida que el tiempo corre, pero siguen en el mismo lugar.

8:35. “Es que me tienen hasta las narices. Llevo dos hojas de reclamaciones ya”, suelta en voz alta una usuaria frecuente de la renfe que va sentada. “Yo llevo cinco”, le responde un joven que está de pie. Este le explica que, por suerte, tiene la opción de teletrabajar, pero que cuando se anima a ir a la oficina, el trayecto en la renfe hace que se le quiten las ganas. “Yo soy maestra y no tengo esa opción. Mis niños me están esperando. Y es que todos los días es igual”, comenta.

 8:50. “Lo que deberíamos hacer todos es ponerles una hoja de reclamaciones cuando nos bajemos. Llevamos 25 minutos de retraso y nadie nos dice nada”

Un joven andaluz sentado junto a la maestra le pregunta si lo que está pasando es normal. Es la primera vez que coge esta línea. Va hacia los juzgados de Plaza Castilla, donde está citado para testificar a las 9.

“Hace tres días, yo salí a las cinco de la mañana desde Parla, nos bajaron aquí mismo y nos dejaron durante media hora en esta parada”.

8:55. Tras un buen rato esperando en Villaverde Bajo, las puertas se cierran y el tren empieza a circular. Aun así, varios parones en el trayecto hacen que el tiempo de retraso aumente: “Como nos quedemos más rato aquí, me va a dar un ataque, que soy claustrofóbica”, dice alguien entre la multitud.

Son cinco vagones con 18 pares de puertas que llevan alrededor de 700 personas que llegan tarde a su destino. Cuando vuelve a andar, reina el silencio…hasta llegar a Atocha. Habla la megafonía: “Próxima estación, Atocha. Final de trayecto”. En la obligación de bajar se genera el caos. Las viajeras y viajeros salen a pesar de que la línea no termina ahí, sino que debería continuar hacia Sol, y luego a Nuevos Ministerios, y luego a Chamartín, y luego…

– Atocha –

Atocha para la Renfe es como los caminos para Roma: todas las líneas pasan por ella. Así que, si te falla una, tal vez puedan servirte las otras nueve. O el Metro. O los buses. Pero es un golpe duro y un aumento de pérdida de tiempo tener que bajarte y esperar otro tren después de haber estado más de 30 minutos varada en medio un andén. Y ahora, encima, bájate. Pero es más duro todavía escuchar cómo desde la megafonía del tren te dicen que te bajes, y en la de la estación te piden que te subas porque ese tren va a continuar a tu destino (contigo o sin ti), que las pantallas que indican hacia dónde va estén apagadas y que el de seguridad, que se pasea por el andén hablando por el walkie-talkie, te responda que no sabe a la pregunta de: “Perdone, ¿este sigue circulando?

Diez segundos después, el tren cierra sus puertas y se va. Sin ti.

Lo gratis lo pagan quienes menos tienen
 
Desde finales de agosto de 2022 hasta la actualidad, la red ferroviaria Renfe Cercanías ofrece sus servicios de manera gratuita a todo aquel que pueda pagar una fianza de 10 € y haga un mínimo de 16 viajes. Esta medida, impulsada por el grupo socialista, finalizaría en enero, pero continúa en Madrid durante todo 2023 debido al relevo que la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha tomado sobre la medida. A mediados de diciembre de 2022, Renfe anunciaba la firma de la compra de 97 trenes nuevos, destinados a Cercanías y Media Distancia, pero en las líneas con más averías y retrasos (aquellas que pasan por Parla, Getafe, Leganés, Aranjuez, Móstoles, Fuenlabrada) no se han notado cambios. Un estudio de la Comunidad de Madrid explica que dichas zonas, consideradas ciudades-dormitorio, son los municipios que, a excepción de la capital, concentran mayor cantidad de población. Sus pasajeros y pasajeras, se definen a sí mismos como “clase trabajadora”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Plugin the Cookies para Wordpress por Real Cookie Banner