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“Ojalá estuvieras aquí”: Roger Waters, en directo

Roger Waters, cofundador de la icónica banda Pink Floyd, llena el Wizink Center de Madrid dos noches consecutivas el 23 y 24 de marzo con su gira de despedida “This is not a drill”. A meses de cumplir 80 años, Waters dio un espectáculo inolvidable sobre un escenario 360º, donde sonaron sus propios temas, así como los clásicos de la ya separada banda británica de rock.

Cuando tienes 22 años, decir que vas a un concierto de Pink Floyd suena a viajar al pasado. Nunca pensaste que ibas a poder decir algo así.

Pink Floyd no. Roger Waters, por si hay algún ofendido. De hecho, Waters empieza el concierto con un texto en la pantalla y su propia voz en off diciendo «Si alguien viene porque es un nostálgico de Pink Floyd, pero no está de acuerdo con las políticas de Roger… Que te jodan». Pienso que igual hay quien nunca entendió nada, quien pensaba que el disco Animals hablaba, precisamente, de animalitos, y The Wall, sobre albañiles.

Momentos antes de In The Flesh. Foto: Marta Scandella

No sé si este concierto es un evento histórico, pero en mi vida al menos sí lo es. No podía evitar pensar durante todos estos meses que he esperado a que llegara, que algo pasaría y que Roger, con sus 80 años y un historial interesante de experimentos con sustancias, lo mismo no llegaba al 23 de marzo. Pero en cuanto sale al escenario, con la energía y el alma de estrella del rock de hace 50 años, es imposible volver a pensar nada parecido.

Mi hermano dice que sus amigos llaman a la música que escucha «música de padre», y en la vida lo entendí tan bien como el momento en que llegué al Wizink y me di cuenta de que mi grupo de amigos bajaba muchísimo la media de edad del público. Y cuando, una vez dentro, la cola del lavabo de hombres era kilométrica y, sin embargo, el de mujeres estaba casi vacío, también se entendía muy bien. El público promedio eran hombres que rondaban los 50, alguno con su mujer. Insisto, un viaje al pasado.

Antes del concierto, había cotilleado qué canciones toca Waters en esta gira. Era una cuestión de ahorrarme disgustos, porque daba igual lo que tocase, siempre me faltarían canciones. A no ser que hiciera un concierto de diez horas, pero no iba a ser el caso.

De lo que no tengo duda es de que, de todas las personas que llenaron el Wizink Center ese día, nadie vivió el mismo concierto. En el momento mágico en que arranca Comfortably Numb, con las pantallas en forma de cruz todavía sin elevar dividiendo el escenario en cuatro partes, todos quedan absorbidos y las emociones y vivencias de cada uno juegan un papel esencial en cómo se vive la experiencia. Observaba a mi alrededor de vez en cuándo, viendo cómo sonreían, pensaban, lloraban, disfrutaban, escuchando y viendo cada uno un concierto diferente, pero juntos.

Wish You Were Here (Ojalá estuvieras aquí) es la canción de echar de menos por excelencia, el ejemplo más claro de cómo nadie sintió lo mismo durante todos esos minutos. En las pantallas, un texto contaba la historia de Roger Waters y Syd Barret, pero cada cual se acordaba de esa persona que le falta, a quien echa de menos. Fue de los momentos más especiales del concierto.

De pronto, había terminado la primera mitad del concierto. La segunda mitad, que fue prácticamente entera de canciones de The Dark Side of The Moon, fue mágica, y está claro que los más de 90 euros de la entrada merecieron totalmente la pena. Unos músicos excelentes que consiguen atrapar a un recinto repleto y un cierre de concierto perfecto, con la banda saliendo del escenario mientras tocan y terminan, fuera, Outside The Wall.

Roger Waters durante Eclipse. Foto: Marta Scandella

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