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La Flama del Canigó: la tradición catalana del fuego que nunca se apaga

La Plaza Sant Jaume de Barcelona recibió la Flama del Canigó este pasado domingo 23, indicando el comienzo de la fiesta de San Juan. En las vísperas del solsticio de verano, la plaza, llena a rebosar, reunió un conglomerado de locales y turistas curiosos que esperaban el comienzo del ritual, acalorados por la humedad propia de la ciudad. 

El recorrido de la llama comenzó en las inmediaciones del Camp Nou y llegó a la plaza recibida con la actuación de los Castellers de Barcelona y los bailes tradicionales de los Gigantes de la Ciudad, los capgrossos macers y el Águila con la Cobla Sant Jordi. 

Una vez que el niño encargado de portar la Flama hasta la plaza prendió el gran pebetero, los representantes de las distintas zonas de Barcelona encendieron por turnos sus antorchas. Esa llama fue la que utilizaron la misma noche para encender las hogueras de sus respectivos barrios. Además, los asistentes lanzaron al fuego del pebetero un papelito en el que habían escrito el deseo que esperaban que hiciese realidad la mágica noche de San Juan.

Durante el acto, Blanca de Llobet, miembro de la Junta de Ómnium Cultural, la organización responsable del evento, aprovechó su intervención para reivindicar la defensa de la lengua catalana, ante las amenazas de los populismos que, según ella, ponen en peligro su supervivencia. También denunció las duras restricciones impuestas para la realización de las hogueras en las calles, lo que dificulta el desarrollo de esta tradición.

Enciende más de 3000 hogueras

El fuego de la Flama del Canigó no se apaga nunca. Durante todo el año se custodia en el Castellet de Perpiñán hasta que cada 22 de junio cientos de voluntarios la llevan hasta la cima del Canigó. A medianoche leen un manifiesto y tras ello, renuevan el fuego de la Flama que se reparten entre sus antorchas. Al día siguiente, a pie, en bicicleta o en barco, comienzan el recorrido y acercan la llama a los pueblos y ciudades de habla catalana. Ese mismo fuego es el que usan para encender las hogueras de la verbena de San Juan. La llama es guardada de nuevo en el Castellet de Perpiñán hasta el año siguiente.

Cada año la Flama del Canigó es recibida por el Parlamento de Cataluña en un acto institucional, así como por Ayuntamientos, entidades culturales, sociales y deportivas. Se estima que, durante la noche de San Juan, la Flama llega a prender más de 3000 hogueras.

Dos mujeres participan en el festejo. Fotografía: Helena Castellano

Una tradición inspirada en un poema

Este ritual comenzó en 1955 por iniciativa de Francesc Pujades, un vecino de Arles de Tec, localidad francesa situada en los Pirineos Orientales. Inspirado en el poema épico Canigó, del escritor catalán Jacint Verdaguer, Pujades tuvo la idea de encender los fuegos de San Juan en la cima de la montaña Canigó y distribuir la llama por todas partes.

A pesar del difícil momento en el que se encontraba la cultura catalana por entonces, debido a la opresión de la dictadura franquista, esta tradición logró expandirse con éxito y en 1966 llegó a Vic. Pronto consiguió propagarse por todos los territorios de habla catalana, extendiéndose hasta la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares.

Transcurrido San Juan, la Flama del Canigó vuelve a reposar en el Castillo de Perpinyà, esperando el próximo 23 de junio para poder regenerarse y mantener viva, un año más, la llama de la cultura catalana.

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