Guillermo Pelegrín, subcampeón del mundo de paraescalada: “La ceguera no me impide ser feliz”
“Tenemos dos vidas y la segunda empieza cuando sabes que solamente hay una y que, además, se acaba”. Guillermo Pelegrín, subcampeón del mundo de paraescalada siempre ha tenido claro que las limitaciones las marca uno mismo y que la verdadera discapacidad es no valorar todo lo que nos rodea. Él sabe bien lo que es agradecer y superarse. Sin embargo, la filosofía que quiere transmitir no es fruto de sus logros más palpables, sino el reflejo de la actitud que le ha llevado a ellos.
Según Guille, no hay mayor ciego que el que se niega a admirar la belleza de lo cotidiano y a sentir gratitud porlo que le rodea. Agradecer puede ser apreciar la belleza de los árboles más poblados en contraste con aquellos cuyas ramas están desprovistas de hojas, el sol centelleante a punto de marcharse para dar paso a otro momento del día o el cambio de temperatura marcado por el tiempo. Su capacidad para contemplar el paisaje difiere de la de los otros. Puede oler la vegetación a su alrededor, sentir los cambios en la brisa y percibir el vuelo de los pájaros que, como él cuando escala, se desplazan con la determinación de quien tiene una brújula en su interior, a paso seguro.
Con menos de un 2% de visión, practica surf, esquía y monta a caballo
Pero detrás de todo esto está el braille, la máquina de escribir y el bastón que le acompaña a donde quiera que vaya. Muchos tildan su condición de discapacidad. Y a algunos les resulta extraña su carta de presentación: “Hola, soy Guille y soy tu ciego de confianza”, una peculiar introducción que forma parte de su propósito de concienciar sobre las personas con capacidades especiales.
El diagnóstico con el que convive desde los tres años (retinosis pigmentaria y amaurosis congénita leve) es el causante de su pérdida progresiva de visión. Lo que no está dispuesto a perder son sus sueños, sobre todo el de participar en los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028.
Hace un año, cuando tenía 19, los resultados de una de sus revisiones médicas le desanimaron durante algunos días: estaba perdiendo visión más rápido de lo esperado. Pero decidió no dejarse vencer y sorteó las noticias inesperadas como sortea los peldaños de las paredes que escala. “Siempre hay que buscar la forma de sobreponerse. Los límites sólo se los pone uno mismo”, asegura.
A pesar de tener una capacidad visual inferior al dos por ciento, estudia Trabajo Social, practica surf, esquía y monta a caballo. Todo lo hace porque le gusta, no para demostrar al mundo lo que una persona ciega puede lograr. “Escalar va de divertirse. Yo escalo como cualquier otra persona. Hay escaladores que son rubios y hay escaladores que son ciegos… La ceguera no me impide ser feliz, no resulta determinante para mi felicidad”, dice.
Para Guille, la escalada, que practica desde los 12 años, es una actividad fácil de adaptar a personas con discapacidad. Sólo necesita a su guía y también amigo, Toni Curiel, para que sea sus ojos a través de un método denominado imaginería motora que Guille resume así: “Primero, Toni me enseña los movimientos del bloque para que luego sea más fácil memorizarlo. Después, me indica la referencia sonora y espacial con el bastón y, tras las referencias, hay que confiar en uno mismo y en las indicaciones del guía.” Y donde no llegan el bastón ni las manos, utilizan el walkie talkie.