José Luis Dader, encargado de realizar la laudatio de Aleksiévich: «Hace un periodismo muy valiente, se atreve a indagar en temas que su propia sociedad preferiría que no fueran tratados»
A pocas horas de que se celebre el acto en el que Svetlana Aleksiévich será investida como doctora honoris causa, el catedrático y profesor de periodismo político José Luis Dader, que será el encargado de realizar la laudatio de la premio nobel, nos adelanta algunos detalles del evento y del contenido de su elogio.
P: ¿Qué supone para usted encargarse de esta laudatio?
R: Es un gran honor, porque es una persona extraordinaria y que reúne características poco comunes. Es una premio nobel. En muy pocas ocasiones se puede hacer honoris causaa una persona así. Además, es un caso muy especial porque trabaja en la frontera entre el periodismo y la literatura y la historia. A esto hay que añadir que se trata de una persona mundialmente reconocida y que sus libros han sido traducidos a una gran cantidad de idiomas y son muy valiosos para reconstruir una parte de la antigua URSS. Para mí es un privilegio porque la única razón de que yo esté ahí es que fue mi departamento, Periodismo y Comunicación Global, el que propuso a Aleksiévich y luego fue aprobado por la Junta de Facultad.
¿Es la primera vez que se enfrenta a una laudatio?
Sí, entre otras cosas porque nuestra facultad ha tenido pocos honoris causa hasta ahora. Como la Complutense es una universidad tan grande, es muy complicado hacer estas propuestas. Por lo tanto, es la primera, y creo que la única ocasión en la que estaré allí.
¿Qué es, a su parecer, lo más complicado de este género?
Quizás el poco tiempo del que voy a disponer. Hay tantas cosas que alabar de la obra de Aleksiévich que en condiciones normales yo habría preparado un texto para leer en 30 o 40 minutos, pero he tenido que comprimirlo para dejarlo en 10 minutos.
¿Podría adelantarnos qué va a destacar de la figura de Aleksiévich?
En primer lugar, que hace un periodismo muy valiente, porque se atreve a indagar en temas que su propia sociedad preferiría que no fueran tratados. En segundo lugar, porque lo hace dando todo el protagonismo a las personas que entrevista, quiere que los testigos hablen y que se sientan cómodos para contar de forma más profunda lo que han vivido. De hecho, voy a hacer una comparación entre la corriente del nuevo periodismo norteamericano con esta especie de nuevo periodismo al estilo de la Europa Oriental donde no hay efectismos literarios. La fuerza viene de la autenticidad de la gente que habla.
Por último, hablaré de su empeño en rescatar lo más profundo del alma humana. A ella no le interesa establecer quién es el culpable, sino saber qué ha sentido la gente que ha vivido esos acontecimientos.
Como profesor de periodismo político, ¿qué le interesa más de su obra: el contenido político o el aspecto literario?
Me interesa el contenido político y social, pues su visión no es solamente política. Me interesa su extraordinaria transcripción de la transformación cultural de una sociedad.
¿Cuál fue el primer libró que leyó de Aleksiévich?
Yo llegué a la obra de Aleksiévich cuando en nuestro departamento algunos compañeros plantearon que sería una excelente honoris causa. Entonces leí La guerra no tiene rostro de mujer y me impresionó de una manera tremenda. De hecho, casi más que el de Voces de Chernóbil porque muestra un mundo más desconocido para nosotros.
¿Qué libro recomendaría de Aleksiévich?
Es complicado decir uno, pero me quedo con El fin del Homo Sovieticus. No porque sea el último, sino porque abarca un periodo más amplio y al mismo tiempo complejo. Sus otros libros están muy localizados temporalmente. Además, es una obra que ayuda a entender lo que está pasando con la invasión de Ucrania. Leyéndolo se comprende bastante bien que la invasión rusa no es solamente la locura de Putin, sino que hay mucha gente que piensa, como él, que hay que reconstruir la patria soviética. Eso está presente en el libro; De hecho, en una entrevista que le hicieron recientemente Aleksiévich comentaba: “cuando escribí este libro pensé que había muerto el homo sovieticus, pero me equivoqué, no había muerto porque sigue aquí”.