Entrevistas

David Jiménez, exdirector de El Mundo: “Incluso personas experimentadas como yo estamos en riesgo de caer en la desinformación”

David Jiménez es un periodista, corresponsal y escritor. En su extensa trayectoria como reportero de guerra cubrió conflictos en zonas como Afganistán y Myanmar (Birmania) entre otros. También fue director del diario El Mundo entre 2015 y 2016. Esta experiencia le sirvió posteriormente para escribir El director, en el que destapó las influencias económicas y políticas sobre el periodismo. A raíz de su obra, Jiménez está colaborando con una productora para llevar su trabajo a la gran pantalla.

El periodista ha publicado también El botones de Kabul, novela inspirada en su cobertura del conflicto afgano o El lugar más feliz del mundo, un manual sobre el periodismo de reportajes. Su obra más reciente es Diarios del Opio. También ha sido colaborador en medios internacionales como la BBC y la CNN y en 2008  fue reconocido con el Premio Internacional de Literatura de Viaje Camino del Cid por su trabajo en Hijos del monzón. Actualmente escribe para el New York Times y el diario Die Welt alemán. 

Pregunta: ¿Qué recuerda de su época en la Facultad? 

Respuesta: Me temo que mis mejores recuerdos de la facultad no son académicos, sino más sociales, como las conversaciones con los amigos en la cafetería.

P: Ha sido director del periódico, reportero y redactor, ¿en cuál de esas tareas se sintió más a gusto?

R: Como reportero. Siempre me he considerado y me sigo considerando como tal. Lo que más disfrutaba como reportero era el ir a lugares lejanos y adentrarme en la comunidad para conocer gente. Todo el mundo tiene una gran historia si te paras a escucharla. Las grandes historias pueden estar tanto en Wall Street como en una aldea en la India.

Como director disfruté del lado más periodístico, ya que también hay un lado de gestión que ni se me daba bien ni lo disfruté. Lo que me gustaba era denunciar la corrupción y coordinar a grandes periodistas para que tuvieran oportunidad de publicar grandes historias.

Y como redactor lo que más recuerdo es la ilusión por el descubrimiento del oficio, ir por los pueblos en busca de historias.

P: ¿Mereció la pena dirigir El Mundo?

R: Mereció la pena, incluso saliendo como salió. De hecho, me permitió escribir El director y me ha dado muchas oportunidades profesionales, incluyendo la publicación de otros libros. También me ayudó a crecer como persona y como profesional.

P: Han pasado casi cinco años desde la publicación de su libro El director. ¿Cómo ha cambiado la prensa en este tiempo?

R: Desgraciadamente no ha cambiado, seguimos con los mismos defectos, tanto por la corrupción mediática como por las influencias de los poderes políticos y económicos. El libro ha aportado inspiración para las futuras generaciones, para que mejoren lo que hemos hecho nosotros.

P: ¿Cómo se desarrolla la producción de la película de El director

R: Es un proyecto que lleva más de cuatro años en marcha y que ha tenido dificultades. Según me dicen, en el cine los proyectos son más lentos que en el periodismo. Si todo va bien, rodaremos este año 2024 y se estrenará en el 2025.

La película es una obra de ficción, no un documental. Lo importante para mí era respetar el espíritu del libro, no los detalles, que me parecen menos importantes al hacer una película. Los guionistas han hecho un gran trabajo, han respetado el espíritu del libro y la historia que hay detrás de la búsqueda de la verdad y la importancia del periodismo.

P: ¿Qué le parece el despido de Jaime Peñafiel? ¿Y de Fernando Savater?

R: Ambos despidos me parecen justificados. Si yo hubiera sido el director de El Mundo o de El País habría despedido a ambos. A Peñafiel por atacar la intimidad de la reina de manera injustificada y por simple notoriedad. Incluso los reyes tienen derecho a la intimidad. Una cosa es atacar su gestión y otra cosa son los ataques personales. Y en el caso de Savater, tiene derecho a la crítica constructiva pero no a estar despreciando a sus compañeros y atacando al periódico de manera constante.

P: De todas las personas a las que ha entrevistado, ¿a quién le gustaría volver a entrevistar?

R: Al Dalai Lama, guardo muy buenos recuerdos, me sirvió para conocer al personaje detrás de la figura religiosa. De hecho, lo intenté dos veces más pero ya no pudo ser.

P: ¿Y a quién no ha podido entrevistar y le gustaría hacerlo?

R: Me gustaría entrevistar a Kim Jong Jung, me fascina la maldad de esos dictadores que someten a su población a un control tal. Sería interesante adentrarse en la mente de un personaje como el dictador norcoreano.

P: ¿Qué personaje público actual le ha sorprendido para bien? ¿Y cuál para mal?

R: Casi todos han sido para mal, sobre todo del lado de la política española. Me da pena ver a la clase política egoísta y sin sentido de servicio en la que todas sus energías se centran en el insulto entre ellos. Del lado positivo, todas las personas que actúan por principios en contra incluso de sus intereses. Tristemente, en estos tiempos es difícil encontrarlas, aunque todavía las encuentras en periodistas que siguen contando lo que está pasando en conflictos como los de Ucrania y Gaza.

P: ¿Cómo ve el conflicto palestino-israelí? ¿qué cree que va a pasar?

R: Soy muy poco partidario de las predicciones, ya que lo más probable es que te equivoques. Cuando hay actores que deciden como Netanyahu, es impredecible lo que puede llegar a pasar. Se trata, además, de una región en la que puede pasar cualquier cosa: que la guerra se extienda a otros países, que se quede controlada en Israel o que se acabe cuanto antes, que es lo que nos gustaría a todos.

P: Teniendo en cuenta la situación en Estados Unidos, ¿cómo prevé que sean las elecciones presidenciales de 2024?

R: Lo que puedo expresar es un deseo: que Trump no vuelva a tocar el poder. Si eso ocurriera sería terrible para Estados Unidos y el mundo; no se me ocurre una persona menos indicada para gobernar, lo considero un gánster. Además, sin que me guste Biden y en la situación en la que está, cualquiera que se enfrente a él debería ganar. Aquí no hablamos de derecha o izquierda, hablamos del respeto mínimo a las instituciones democráticas y a un Trump que en su segundo mandato haría todo lo posible por eliminar la democracia estadounidense.

P: ¿Cuál sería la forma de conjugar el periodismo clásico con las nuevas tecnologías?

R: Teniendo muy claros los principios del periodismo como la búsqueda de verdad, el rigor, la credibilidad y el servicio público a los ciudadanos. Si cogiéramos un reportaje de hace setenta años con estos elementos, estaríamos ante una buena historia en ese momento y ahora. Lo que ha cambiado es la tecnología, las redes sociales, los podcast, el streaming, la inteligencia artificial… algo que es bueno si no se olvidan los principios éticos.

P: ¿Cómo se puede liberar a una parte de la población de la post verdad/mentira?

R: Es curioso, porque incluso personas experimentadas como yo estamos en riesgo de caer en la desinformación. Hay que esforzarse por mantener el espíritu crítico, leyéndolo todo con escepticismo e intentando ir a buenas fuentes. La manipulación que hacen ciertos medios tiene que ser superada por un ejercicio crítico para darles la espalda y que no tengan capacidad de influencia.

P: ¿Cómo puede funcionar el periodismo sin infoentretenimiento en un sistema que promueve el consumo masivo de contenidos sesgados?

R: Habría que empezar por tener a los periodistas más serios al frente de los programas de televisión, periódicos y radios. Me da la sensación de que nos confundimos: la información y el entretenimiento tienen que ir por separado. Eso no quiere decir que hagamos la información aburrida. Hay que intentar hacer interesante lo relevante, pero sin llevarlo al sensacionalismo, ya que en este caso dejaríamos de hacer periodismo. El problema actual es que es más rentable de esa manera. Yo creo en los que intentamos hacer otra cosa, sobre todo en los nuevos estudiantes que entienden que no hace falta caer en el espectáculo.

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