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Diego Radamés, fotoperiodista freelance: «Para amortizar el coste que supone el viaje a Ucrania, tendré que vender, como mínimo, cinco reportajes»

Diego Radamés, fotoperiodista de origen guatemalteco, lleva siete años viviendo en Madrid; empezó estudiando Comunicación, pero a mitad de carrera descubrió que la fotografía le servía como herramienta de expresión, para contar historias interesantes. En el año 2020, durante el confinamiento por covid y después de tres años trabajando para una empresa de comunicación, se dio cuenta de que no quería estar encerrado. Así que se vio con su cámara, su carné de prensa y sus ganas de salir y contar historias. Se sintió inspirado, en parte, por trabajos como los de Olmo Calvo y Javi Fergo, que se habían jugado la vida por acceder a los hospitales y a las morgues en busca de una historia. Fue entonces cuando supo que eso era lo que realmente quería hacer con su vida. El fotoperiodismo, dice, es puramente vocacional. “Es un oficio que te llena, en el que sientes una conexión con lo que haces y para el que tienes que darlo todo”, asegura.

Después de tres años trabajando como freelance para medios nacionales e internacionales, ha ido construyendo su carrera, que él mismo describe como “complicada, compleja, un camino frustrante que no siempre sale bien, pero a la vez gratificante y repleta de experiencias enriquecedoras”. Ha cubierto temas migratorios y humanitarios, los problemas en las fronteras entre Colombia y Panamá y entre España y Marruecos y, gracias a la oportunidad que le brindó Reporteros Sin Fronteras (RSF), la invasión de Ucrania.

Ahora, de vuelta a Ucrania para seguir informando, recuerda su primer contacto con el conflicto: “Fue un momento de ansiedad, en el que todos queríamos entrar en el país. Sin embargo, pronto fuimos conscientes de que no disponíamos de equipos de protección, ni teníamos la garantía de poder trabajar, y tampoco sabíamos cuándo podríamos regresar, puesto que el acceso a Polonia estaba colapsado. Por eso decidimos no seguir adelante”.

“Hay que mantener la humanidad y saber ofrecer, más que fotos, las historias que hay detrás”

Trabajar como freelance no es fácil. Sin embargo, como comenta Radamés, ya que “pocos medios se arriesgan a llevar a periodistas en plantilla a cubrir noticias de guerra”, suele ser la única opción para quienes quieren contar qué está pasando en los lugares en conflicto. La ayuda de RSF resulta muy útil. Gracias a ellos, muchos periodistas pueden trabajar más seguros sin necesidad de gastar grandes cantidades de dinero. Radamés destaca no solo la ayuda que ofrecen para lograr la documentación y el equipo de protección (chalecos, cascos, kits de primeros auxilios e “incluso un seguro de vida”) necesarios. También valora los cursos de protección y capacitación que imparten para jóvenes periodistas freelance que les enseñan a afrontar los riesgos de una situación de guerra: qué hacer en caso de herida por disparo, cómo gestionar el estrés y la ansiedad y posibles secuestros, entre otros. “Un aprendizaje intenso que sirve también para la vida y que es suficiente para adentrarse en un terreno en conflicto”.

Para este joven periodista, tener una cultura de seguridad es fundamental, sobre todo porque muchas veces las redes sociales ponen en riesgo vidas y llegan a resultar poco profesionales. Según su experiencia, con la formación ha ido adquiriendo información muy valiosa, ya que dentro del fotoperiodismo existe un alto grado de competencia y es muy difícil hacerse un hueco. Recuerda que un profesor suyo, Chema Moya, le dijo una vez: “En este mundo puedes hacer dos cosas: o compites, o compartes. Lo más valioso que puedes hacer es compartir”. Y siguiendo este consejo consiguió su primer trabajo: informar de la crisis migratoria en la frontera de Ceuta.

“Un profesor me dijo una vez que en este mundo podía competir o compartir. Yo sigo su consejo y elijo compartir”

El hecho de no contar con el respaldo de un medio o una agencia le obliga a ocuparse de todo. “Hoy en día, incluso somos más periodistas que fotógrafos, ya que tenemos que encargarnos de buscar los contactos, las personas correctas y saber romper el hielo cuando la situación lo pida. Es cierto, sin embargo, que un fixer (un periodista o una persona con contactos, que habla el idioma del país en el que se está) ayuda mucho, pues ayuda a resolver todas las gestiones que, en teoría, debería resolver el medio”, afirma Radamés.

Según él, todos aquellos periodistas que no tienen el respaldo de un medio y que deben buscarse la vida, deben saber idiomas y tener nociones de historia, geografía y política, ya que, “cuando se está sobre el terreno, uno se entera mucho menos que si estuviera en casa”. Es un trabajo completamente autónomo, en el que es imprescindible manejar una buena red de contactos. En definitiva, es una profesión en la que compartir enriquece más allá del nivel de la formación y en la que estar en la calle y tener experiencia ayuda a ir construyendo y aprendiendo a conocer tus límites. “Es necesario disponer de una preparación mental que muchas veces no llega hasta que no te encuentras en la situación -asegura-. Es una constante incertidumbre que proporciona sentimientos encontrados: profesionalmente te sientes dichoso por tener esa oportunidad, pero desde el punto de vista humano es importante encontrar el equilibrio y no perder la sensibilidad y la conexión emocional con la situación. Hay que mantener la humanidad y saber ofrecer, más que fotos, las historias detrás de las imágenes”.

Marcharse dos semanas a Ucrania para cubrir de nuevo el conflicto con Rusia significa que Diego Radamés tendrá que vender, como mínimo, cinco reportajes para amortizar la inversión y el coste que supone el viaje para su propio bolsillo. Y no todas las fotos son válidas. Todo depende de la demanda de información. A veces, asegura, es suficiente con un daily life y otras veces quieren más que una simple foto, un breaking news que sea realmente llamativo.

Parte del trabajo de Diego Radamés está publicado en su página web.

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Imagen cedida por Alfonso Bauluz.

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