Reportajes

300.000 inocentes y un botón rojo

La contundente contraofensiva ucraniana en Jarkov y Donetsk obliga al Kremlin a replegar sus tropas y recurrir a los reservistas para ganar terreno. Mientras, la amenaza nuclear sigue presente

 Han transcurrido 216 días desde aquel 24 de febrero, cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, comunicó al mundo el inicio de una “operación militar especial” en el oeste ucraniano con el fin de “desnazificar el donbas” y “salvaguardar la vida de la población rusa” presente en la región. 

Tras más de siete meses de intensos combates, avances y retrocesos por parte de ambos bandos tuvieron lugar en todas direcciones. Sin embargo, el tablero de ajedrez vio en los últimos días, como un movimiento inesperado podía estar cambiando el curso del conflicto. Las fuerzas ucranianas, apoyadas política y armamentísticamente por la OTAN y por la Unión Europea, recuperaron heroicamente parte del territorio ocupado por Rusia en el oeste del país, dejando en evidencia la mala planificación militar del Kremlin. 

Ahora, el presidente Putin se enfrenta a un enorme dilema: buscar la manera más efectiva de ganar la guerra, minimizar el impacto político interno y, con vistas al futuro, evitar un daño irreversible en las relaciones diplomáticas de Rusia con occidente. 

En este sentido, y ante la presión política de sus aliados y opositores que se atreven a cuestionarlo públicamente, el jefe de estado ordenó la “movilización parcial”, reclutando a 300.000 reservistas que darán su vida luchando en Ucrania, o pasarán en la cárcel el resto de ellas, en caso de negarse a combatir, o en su defecto, rendirse en el campo de batalla. 

Esta decisión, viene acompañada de un gran costo para el presidente ruso, que enfrenta focos de protesta en muchas ciudades del país, donde los jóvenes se niegan a ir a luchar y “morir por la guerra de Putin” como muchos de ellos han manifestado en videos que se han difundido por las redes sociales. Dichas manifestaciones, no cesan y ya llevan más de mil detenidos, protagonizando en varias ocasiones, enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad leales al Kremlin.

Por otra parte, mientras la economía del país se desvanece y muchas madres rusas lloran por temor a no volver a ver a sus hijos con vida, más de 35 kilómetros de espera hay en los pasos fronterizos terrestres, donde miles de jóvenes intentan escapar lo más rápido posible, ya que temen se haga efectiva la versión que recorre los suburbios de Moscú, la cual indica que en cuestión de horas, el gobierno cerraría dichos pasos fronterizos terrestres para evitar un mayor número de desertores.

A medida que aumenta el número de países europeos dispuestos a acoger con beneplácito a los desertores rusos, Dimitri Medvedev, ex jefe de estado y actual vicepresidente del consejo de seguridad de Rusia, se hace eco de las menciones públicas de Putin respecto a la posibilidad de utilizar su arsenal nuclear, y amenaza, cada vez con más frecuencia, a Ucrania, a la OTAN y a occidente en general, con declaraciones públicas que complican aún más, la difícil relación que tiene hoy Rusia con el mundo. En las últimas horas dijo: “Yo voy a repetirlo una vez más para los oídos sordos (…) Rusia tiene derecho a usar el arma atómica, en caso de que sea necesario”

En horas donde la tensión es cada vez mayor, la población que aún reside en el Donbás vota un referéndum respaldado por sus invasores dándoles la posibilidad de decidir si desean que dichos territorios sean anexados por el gobierno del Kremlin, pasando estos a formar parte de Rusia. Todo parecería indicar que el resultado de dicha elección sería un contundente “sí”, lo cual significaría otra escalada en el conflicto para ambas naciones, pudiendo Putin apoyarse en ello al considerar que “territorio ruso se encuentra -eventualmente- bajo ataque” y así ordenar consecuentemente la “movilización total” y realizar una declaración formal de guerra a Ucrania. 

El apoyo de Rusia a este referéndum ilegal se contrapone con las declaraciones de meses anteriores del presidente ruso, quien sostenía que “no era su plan anexionar más territorios a Rusia”, sino “liberarlos” de un gobierno que consideraba “neonazi” y cuyo objetivo era “asesinar a la población rusa que habita el Donbas”. 

A su vez, realizando una lectura prematura de la situación, desde Rusia sostienen que detrás de la contraofensiva ucraniana se encuentra un “minucioso trabajo logístico de la OTAN” quien le habría brindado apoyo al gobierno de Zelenski para intentar expulsar a las fuerzas militares del Kremlin del territorio ucraniano. Por otra parte, fuentes anónimas estadounidenses dan a conocer a los medios internacionales que “funcionarios estadounidenses de alto rango se comunicaron con funcionarios del Kremlin para advertirles sobre las graves consecuencias que conllevaría para Rusia el uso de armamento nuclear”.

Todo parece indicar que el conflicto está lejos de solucionarse. Horas de máxima tensión se viven en Europa, que ante la llegada de la primera ola de frio del año, sabe que un invierno muy duro le espera a toda su población. Putin sabe que no puede admitir más errores si quiere salir victorioso, y busca la manera de debilitar a la OTAN y dividir a occidente. Sus aliados miran con cautela y preocupación. O bien las fronteras rusas se expandirán, o Europa y Estados Unidos triunfarán una vez más y restablecerán la paz en todo el continente. El tablero está equilibrado. El futuro es una incógnita.  

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