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Ni malos, ni inquietos: así son los menores con TDAH

El 7% de los niños en edad escolar en España sufre de trastorno por déficit de atención e hiperactividad

“Los profesores de mi hijo fueron los que se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Solo podía estar centrado cinco minutos, luego se aburría. Se ponía de pie, iba a las mesas de sus compañeros, cogía sus ejercicios y se movía por el aula con ellos en la mano. Los profesores ya estaban hartos de intentar que se centrara en las clases y las tareas porque, además, también a ellos los interrumpía constantemente”, cuenta Pilar, madre de un niño de 12 años que fue diagnosticado de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) cuando solo tenía cinco años. Actualmente se encuentran en juicio con un docente de la antigua escuela de su hijo por causarle principios de depresión y traumas relacionados con el entorno escolar. La demanda fue puesta con ayuda del director del centro y otros docentes que sabían de los abusos hacia el menor.

“A mí me diagnosticaron a los 18 años. Durante el tiempo que estuve en el colegio pensaban que lo que quería era llamar la atención. En primaria acabé con nueve partes leves y tres expulsiones. Y no es porque fuera mala, porque yo sacaba notazas y me portaba bien, sino porque era un culo inquieto”, asegura Laura, influencer con tres millones de seguidores en TikToK que emplea esta plataforma para enseñar, con humor, situaciones que le pasan día a día con el TDAH. Cercana a sus seguidores y abierta a hablar del trastorno para concienciar sobre él, Laura vive con Xénia, que tiene TDA, y entre risas, asegura que es entretenido vivir así porque nunca se aburren.

Xénia, también influencer en TikTok, enseña en sus redes cómo es el TDA y cómo se puede ayudar a las personas que lo padecen para que se sientan cómodas. Ella recuerda que siempre se ha comparado con sus amigos: “Muchos eran muy inteligentes o no necesitaban estudiar tanto como yo. En bachillerato, me pasaba horas delante de un papel y no servía para nada, mientras otros estaban un rato y sacaban mejores notas. Eso me frustraba un montón. Pero en la carrera me he entendido más. Me cuesta concentrarme, pero cuando lo hago, lo hago bien. Ahora he mejorado mucho en la organización, porque soy consciente que no puedo pasarme ocho horas estudiando”.

“Me pasaba horas delante de un papel y no servía para nada”

Según la Asociación Española de Pediatría, el TDAH es un trastorno que afecta hasta al 7% de los niños en edad escolar, lo que equivale a uno o dos niños por aula, aunque estas cifras pueden cambiar de una región a otra (Valencia con un 8% y Sevilla con un 4%). Se suele diagnosticar con mayor frecuencia en menores que en adultos y es más común en varones que mujeres. Los datos no especifican que haya más o menos niños con TDAH, sino la mezcla de unos factores que ayudan a tener el diagnóstico antes. El contexto psicosocial del menor y las particularidades de su familia, el entorno, el colegio, etc., predisponen a su desarrollo. 

No hay dos pacientes iguales

“No hay más TDAH porque se diagnostique mejor, sino porque probablemente por determinadas circunstancias ambientales, hay más predisposición”, asegura Adrián García Ron, especialista en neuropediatría y TDAH en menores en el Hospital Clínico San Carlos. 

“Se trata de un trastorno de neurodesarrollo muy heterogéneo. No hay dos pacientes iguales, ni desde el punto de vista clínico, ni desde el causal o de pronóstico. No es algo dicotómico, lo tengo o no lo tengo, sino que observamos un espectro clínico en el que hay una escala de grises muy grande. Además, existen distintos subtipos y también es diferente la forma de presentación dependiendo de la edad en la que cojas al paciente”, explica García Ron, que trata a cientos de niños con alteraciones o dificultades del aprendizaje, en los que el TDAH puede ser la explicación neurocognitiva a ese problema.  

El doctor García Ron, en su consulta de urgencias pediátricas. Foto: Alexandra Georgiana Furnea

Aunque la forma de presentación más frecuente se relaciona con el aprendizaje, el TADH se puede percibir de muchas maneras. “La edad de diagnóstico es importante. A veces, cuando no se detecta en edades tempranas, se une con la ansiedad y la depresión”, asegura Xénia, que además de ser influencer está estudiando el grado en Psicología, lo que le ayuda a conocer mejor su TDA desde el punto de vista clínico. 

García Ron recuerda con tristeza cómo ha visto a pacientes que pasan de pediatría a psiquiatría: “Hay muchos niños que tienen un buen potencial y por hacer un diagnóstico tardío y no saber gestionar su TDAH, han tenido una evolución muy mala. Algunos han caído en abuso de sustancias, apuestas, relaciones sexuales de riesgo precoces, mayor riesgo de accidentes… Acabas viendo a pacientes con varias patologías asociadas”.

Dentro del TDAH hay tres “burbujas”, como explican García Ron y Laura. En algunas personas una burbuja o dos destacan por encima de las demás. Los tres tipos son la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad. Mientras en el TDA se suele manifestar más la falta de atención, en el TDH son comunes las otras dos. Dependiendo de cuál destaca más, se establecen distintos subtipos: el inatento, el hiperactivo, el impulsivo o uno combinado que mezcla síntomas de todos. En el caso de Laura, la peor parte es la impulsividad, porque la odia y lo pasa mal. En el caso de Xénia es la inatención y en el hijo de Pilar, la hiperactividad. 

“Si no se detecta pronto, puede unirse a la ansiedad y la depresión”

La mayoría de los niños con TDAH pueden tener baja autoestima, relaciones problemáticas y el bajo rendimiento escolar. Por eso, Pilar ha creado con su hijo y sus profesores unas adaptaciones que le facilitan el paso por la escuela: “Recuerdo que en tercero de primaria, cuando enseñaron a los niños a utilizar los bolis además de los lápices, mi hijo no se pudo concentrar. La profesora me dijo que ella se sentó a su lado y, a base de juegos, consiguió que se centrara lo suficiente para hacer la ficha de tareas”. Aunque los pacientes pueden sufrir falta de atención en sus tareas, también existe lo contrario: los hiperfocos, que normalmente se dan en personas con hiperactividad. El hijo de Pilar los tiene a menudo, lo que le lleva a estar investigando un tema durante horas y horas. 

Laura explica cómo se manifiestan en ella estos hiperfocos: “Al ser influencer, noto que tengo dificultad para ser constante en mi trabajo. A veces tengo hiperfocos, pero luego puedo estar sin subir nada a redes sociales durante semanas. Mi cabeza siempre está en tantas cosas que no me centro”. 

Adaptarse a sus necesidades

Una parte importante de la vida de cualquier niño es la educación. Y para los que viven con TDAH, a veces se puede complicar mucho. “Hay que gestionarlo. Tienes que adaptarte tú a sus necesidades, no que ellos se adapten a las tuyas. Los ejercicios que se les plantean son iguales, pero hay cierto tipo de modificaciones. Por ejemplo, en mi clase hay una niña que no sabe ni leer ni escribir y, en ese caso, modificamos la forma de enseñarle la materia. Lo que hacemos es pedirle que responda con dibujos o juegos”, explica Gala, profesora en una academia de inglés en Madrid que tiene tres alumnos de primero de primaria con TDAH. 

Pilar ha visto desde fuera cómo los profesores se han ido adaptando a las necesidades de su hijo. “Ahora que ya tiene doce años y está en la ESO, hemos descubierto que si utiliza unos auriculares que le aíslan del sonido y pone colores a sus ejercicios y exámenes, puede perfectamente hacerlos en el mismo tiempo que sus compañeros. El método que utilizan sus profesores se basa en utilizar notas adhesivas de colores para que él sepa ante qué tipo de ejercicio se encuentra. En casa tenemos una caja de zapatos hasta arriba de ellas. Y en el colegio, los profesores siempre llevan encima unas cuantas”, cuenta.

Laura explica que en primaria tenía a un tutor que, a pesar de no estar diagnosticada aún con TDAH, sabía que necesitaba ciertas acomodaciones para rendir en la escuela. Por eso tenía una técnica: dejarla salir a dar paseos por los pasillos para que se le pasaran los ataques de hiperactividad. 

La medicación no siempre funciona

Aunque no tiene cura, sí hay un tratamiento que ha ido avanzando con los años, una ayuda para que este trastorno se pueda manejar en la infancia y evitar problemas cuando son mayores. El problema de esa medicación es que no siempre funciona. “No noté un cambio entre antes y después de la medicación. Esperamos un trimestre a ver si cambiaba algo, pero nada, así que deje de tomármelas”, comenta Xénia. Laura también sufrió por estas pastillas: “A mí me cambian, me convierto en otra persona cuando las tomo”.

Según Pilar, “el TDAH no debe ser un impedimento para quien lo sufre”, algo en lo que coincide con Laura, que asegura: “Yo tuve que repetir la EVAU, pero he conseguido entrar en la universidad de mis sueños. El trastorno no te impide nada.” 

Con una sonrisa, Gala explica que en sus clases, los niños con TDAH pueden interrumpir la lección varias veces para hacer preguntas. A ella no le molesta en absoluto y las responde encantada. Como profesora, ha visto que sus alumnos sí quieren aprender, solo necesitan una ayuda extra para no perder el hilo de la clase.

Las vidas de Pilar, Laura, Xénia, Gala y Adrián cambiaron por el TDAH. Unos padecen este trastorno, otros conviven con personas que lo sufren y otro ha dedicado años a estudiarlo. Pero todos tienen una cosa en común, quieren desmentir los mitos que existen sobre él, especialmente uno: no son “niños malos”. Son, como dice Laura, “unos culos inquietos”.

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