Mikel Odriozola, entrenador de baloncesto con una patente de un fármaco quimioterápico contra el cáncer: “Es posible que sea el único entrenador de LEB Oro al que le publiquen una patente mientras entrena”
El técnico del Gipuzkoa Basket afirma que su carrera deportiva es “un poco accidental”
Mikel Odriozola Gimeno (San Sebastián, 1989) es entrenador de baloncesto en la segunda división nacional (LEB Oro), además de doctor en química y licenciado en bioquímica. Ejercía de investigador cuando la vida le brindó la oportunidad de dedicarse al deporte profesional. Tras varios años formando a las categorías inferiores vascas, en 2020 aceptó la invitación de Iñaki Jiménez, exentrenador del Iraurgi Saski Baloia, para incorporarse como técnico asistente del club, ubicado en la localidad guipuzcoana de Azpeitia. Una temporada más tarde le ofrecieron el puesto de primer entrenador, pero no logró evitar el descenso a LEB Plata. Este verano consiguió despertar el interés del grande de la provincia, el Gipuzkoa Basket, equipo que dirige actualmente. A sus 34 años, afirma estar contento y tranquilo, aunque en ocasiones tenga que alzar la voz en los entrenamientos.
“Estoy muy contento de estar donde estoy, pero nunca me lo hubiese imaginado”
MIkel Odriozola
Primero que todo, ¿qué tal está?, porque la situación deportiva es buena, pero ¿qué tal está Mikel Odriozola?
Mikel está bien, tranquilo, con ganas. El equipo está trabajando bien. Hay cosas que hay que mejorar y es necesario mantener ese puntito de ambición que les digo siempre (a los jugadores). Justo has entrado en el único momento que he gritado en el último mes (risas). No nos podemos relajar. Mi inquietud va un poco por ahí, por intentar encontrar formas de seguir siendo ambiciosos y de seguir creciendo, pero tranquilo.
¿Qué significó para usted recibir la llamada del Gipuzkoa Basket? Si es que la hubo, ¿cómo fue?
Terminé la temporada en Azpeitia y yo estaba muy a gusto, pero a la vez sentía que mi ciclo allí había terminado. Me metí en el baloncesto de una forma un poco accidental. Pensé en que no sé cuánto tiempo voy a estar en esto y que si sales de este entorno es muy difícil volver a entrar. Entonces consideré buscar un proyecto que me motive. Justo sucedió la marcha del anterior entrenador y a la vez la llegada al Gipuzkoa Basket del que fue mi coordinador en el Iraurgi, por lo que se interesaron en mí. Mientras tanto, yo estaba negociando con un equipo de fuera. Cuando me comunicaron que la opción del extranjero se cayó porque habían optado por un candidato local, no me quedó más remedio, aunque yo creo que lo hubiera elegido igualmente, al final es tu ciudad.
Ha estado siempre muy involucrado en el baloncesto guipuzcoano, ¿llegó a imaginar que se dedicaría profesionalmente a ello?
Para nada. Yo empecé a entrenar con 15 años porque un día un entrenador que tuve pidió que le echasen una mano. Empecé con los cursos y el superior me lo saqué con 20 años. Fue mi madre la que me recomendó sacármelo, a lo que le respondí que yo no quería entrenar. Ahora estoy aquí y mentiría si dijese que esperaba estarlo. Estoy muy contento de estar donde estoy, pero nunca me lo hubiese imaginado. No puedo decir que fuese un sueño, porque mi cabeza no daba para pensar en esas cosas.
También es doctor en química y licenciado en bioquímica, lo que le llevó a investigar para el Donostia International Physics Center (DIPC). ¿Sigue ejerciendo de investigador o dedica todo su tiempo al baloncesto?
Cuando asumí el puesto de primer entrenador en el Iraurgi, dejé mi trabajo como investigador. Ellos querían que siguiese, pero entendieron la oportunidad que se me presentaba. En mi tiempo allí estuvimos trabajando en investigaciones contra el cáncer. Hace poco nos han aceptado una patente de investigación que vamos a publicar acerca de un tipo de cáncer poco común relacionado con el aparato digestivo. También están escribiendo un artículo científico de un apartado de mi tesis doctoral. Es posible que sea el único entrenador de LEB Oro al que le publiquen una patente mientras entrena (risas). Fue una etapa de mi vida muy enriquecedora, aunque ahora lo tengo apartado.
¿Tiene pensado volver en algún momento?
Tengo muy buena relación con ellos y es posible que vuelva. Mi idea era irme a otro país a investigar después de la tesis, pero justo empezó la pandemia y con ella las restricciones. Después me ofrecieron renovar en el trabajo, pero al mes entré de asistente en el Iraurgi, porque Iñaki me engañó (risas). Si no hubiera habido una pandemia, yo no sería entrenador de baloncesto profesional. Puede que en otro momento de mi vida hubiera sucedido otra cosa que me llevase por el mismo camino, pero no estaba en mi cabeza acabar aquí.
Durante su doctorado tuvo la oportunidad de ir a la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). En su tesis menciona que fue “una de las mejores experiencias de su vida”. ¿Cómo de importantes fueron aquellos tres meses para usted?
Fueron unos meses para disfrutar. Sales de tu entorno y aprovechas para visitar muchos sitios, te abre la mente. Al principio el inglés me costó… En un mitin hablaron varios de diferentes países y no entendía a ninguno (risas). Me sirvió para perder el miedo al inglés y para conseguir un buen nivel. También pude ver algunos entrenamientos de baloncesto y así comprender cómo trataban a los jugadores. Fui muy feliz allí, son experiencias que hay que vivir. No irme más tiempo fuera es una espina que tengo clavada, así que no descarto aprovechar para irme si tengo la ocasión en algún momento.
“Si no hubiera habido una pandemia, yo no sería entrenador de baloncesto profesional”
Mikel Odriozola
Ya que la bioquímica está ligada a la fisiología, ¿traslada de alguna manera su conocimiento científico al juego o a los jugadores?
El conocimiento no, lo que sí traslado es el pensamiento. En la tesis aprendes a gestionar la frustración debido a la presión que conlleva. No siempre te saldrán las cosas, por eso es importante saber trabajar en los errores y relativizar. En el laboratorio nos equivocamos incontables veces. Esas experiencias me han ayudado a estar más tranquilo como entrenador y a tolerar tanto los errores propios como ajenos. Intento hacer que los jugadores convivan con el fallo, ya que lo verdaderamente significativo es tener la actitud correcta tras el error.
Y sobre la gestión de las emociones, al haber sido entrenador de las categorías ‘mini’ de las selecciones de Euskadi, ¿cuáles diría que son las principales diferencias con el ámbito profesional?
La principal diferencia es que el baloncesto profesional es un trabajo. En el caso de los chavales lo más importante es aprender y disfrutar en entornos en los que exista frustración, porque luego les tocará gestionarlo a lo largo de la vida. Hoy en día la juventud tiene más problemas de comunicación. Aquí están obligados a comunicarse cara a cara, pues en la pista no puedes usar el móvil. El ámbito profesional es muy diferente. Muchos de estos jugadores dejan su país para poder amasar la mayor cantidad de dinero posible, pues es un trabajo que se termina a una edad temprana.
¿Qué destacaría de su experiencia como seleccionador de los más pequeños?
Si yo no hubiera entrenado a las selecciones ‘mini’ no estaría aquí. Fue una experiencia que yo no pude vivir como jugador y quise ayudar para que las viviesen los niños. Recuerdo una anécdota en la que los chavales iban cantando y bailando en el autobús y al mismo tiempo, el equipo rival se mantuvo inmóvil obligado por el entrenador. Yo no lo entiendo así. Éramos nosotros los que les enseñábamos canciones, bailes e incluso a hacer el cubo de Rubik. Compartían los bailes con equipos de otras comunidades y algunos todavía tienen relación entre ellos. Son los mejores recuerdos que guardas (emocionado). El deporte es eso.